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09 octubre 2008

Flashback: EL MITO DE BRIGHTON


Cuantas veces no hemos visto las imágenes de los mods corriendo por las playas de Brighton, de sus peleas con los rockers, de la policía intentando controlar a decenas de jovenes enfundados en parkas. Quadrophenia terminó por mitificar esta visión apoyada por los sensacionalistas medios de comunicación británicos, visión que también ha sido argumentada por no pocos mods como una de las causas del declive de la escena en los 60 ante la irrupción de "elementos" violentos ajenos a ella. Y, sin embargo, la historia bien pudo haber sido otra.


Vestidos con sus trajes al estilo de los admirados gangsters de Nueva York y de Sicilia o, como más cercanos referentes , de los hombres elegantes que controlan el negocio del juego en el east y south London, los mods de los suburbios terminan conquistando el Soho y los clubes del downtown. Los chavales de la working class salen de sus pubs locales, de su vecindario, y siempre bien vestidos, ya no encuentran trabas para entrar en las salas de baile del centro de Londres (¿quién es más cool que ellos, quién mantiene este estilo sin que se note que hace minutos que han salido del trabajo?).

Una vez conquistado el Soho, el paso siguiente está claro, ahora quieren llegar a los centros turísticos, a las playas en las que la middle class disfruta de los privilegios de su estatus. Mod es movimiento, speed, música para bailar, scooters para no parar, es... ¡acción! Los mods llegan a Brighton, a Margate, a Hastings, durante los Bank Holidays de 1964 (o "puentes" como les llamamos aquí), negros de piel blanca, el r&b en las venas. Si el west London ya es suyo, ¿por qué no esto? Hay unos cuantos rockers, muy pocos entre la marea que les llega encima, nunca serán muchos y se los quitan de encima sin problemas porque ya forman parte de un pasado que no volverá. Y quienes más sufren la irrupción de estos chicos venidos de los suburbios de Londres son los tenderos, los comerciantes, los veraneantes habituales, el coronel retirado, las familias que en el salón de su casa tienen colgado el retrato de la Reina. Desconcertados e inquietos ven a decenas de mods, "de buen aspecto pero con algo en su manera de moverse que no les encaja a los adultos", cómo toman lo que quieren, sin pedir, sin rogar. Parece como si deliberadamente se invierten los valores y expectativas asociadas con vestir elegante, y eso es una amenaza.

Pero contar las cosas tal y como son es peligroso, puede dar ideas a más gente, así es que los medios de comunicación sólo hablan de jóvenes gamberros que pelean unos contra otros, mods contra rockers. Nace el mito de Brighton. El sistema irá poco a poco diluyendo la amenaza, se abrirán tiendas sólo para mods, su moda pasará a las portadas de las revistas, se sumarán a la escena todo tipo de personas, algunas de ellas influenciadas por el mito. En los próximos años los escasos incidentes durante algún Bank Holiday se reducirán a alguna trifulca entre mods y rockers, skins y rockers o mods y skins. Y los comerciantes, el coronel retirado, la familia del cuadro de la Reina tomarán el sol tranquilamente, sin sobresaltos.
Y, sin embargo, puede que la historia de Brighton fuera otra. Quién sabe.

The Creation, Making Time



13 septiembre 2008

Flashback: EL MARQUEE


Es una tarde de domingo de septiembre y toca fiesta mod en el Marquee, en los bajos del Rockola, así es que conviene ir preparándose. Echo un vistazo al armario y voy seleccionando el material. Camisa de rayas anchas negras y azules, corbata roja fina, pantalón levy´s negro, chaqueta negra de tres botones por supuesto (comprada en el rastro, la pasta no llega para más) y mi última gran adquisición: unos jamshoes que encontré tirados de precio en el puesto de un gitano (en el rastro también, claro). Ahora toca elegir chapas y como no quiero ir muy recargado cogeré cuatro (jam, specials, lambrettas y la diana) para la chaqueta y tres para la parka (secret affair, los who y small faces).
Pues ya estamos listos, face total. Me enfundo en la parka (encargada a un amigo que viajó a Londres), que también cuenta con sus buenos parches de los jam-union jack y la diana, salgo de casa y me encamino hacia la boca de metro en la que he quedado con los colegas. Esta vez sólo se han apuntado dos, son malas fechas para los malos estudiantes. Cuando llego ya están allí, P. con la parka y sus relucientes booguies de cuadros blancos y negros, y J. con su harrington azul y los loafers (siempre ha sido más señorito, es nuestro proveedor de discos), ambos aderezados con la habitual ristra de chapas e insignias, sólo nos falta un luminoso de neón que diga somos los mods .Tras los saludos de rigor bajamos al metro, going underground, que decimos.
Las primeras paradas son tranquilas, pero a medida que nos acercamos a nuestro destino vamos estando más atentos por si se divisa algún tupé. En una de las estaciones vemos a través del cristal un par de cueros negros, son momentos de tensión, nos levantamos de los asientos porque no es plan de que nos cojan despistados. Se abren las puertas y entran dos heavys, falsa alarma. Cruzamos las miradas con ellos y nos volvemos a sentar hasta que llegamos a Avda. de América. Aquí también hay que salir con cuidado, mirando bien a derecha e izquierda qué es lo que hay en las cercanías de la boca de metro. Parece que hoy está todo tranquilo por lo que vamos a la bodega de costumbre a disfrutar de unas cervezas, aderezadas con algún extra proporcionado por P.
Llega la hora de ir al Marquee y nos dirigimos hacia las torres blancas. Al doblar la esquina ya vemos un grupo de mods en la puerta del local junto a cinco o seis scooters que admiramos con cierta envidia. Pasamos por taquilla y raudos bajamos las escaleras que nos dejan casi en la pista de baile, al fondo de la cual está la cabina del DJ. Y, sorpresa, por allí hay un rocker alto, delgado, pendiente en la oreja. Hombre, si es Loquillo, que ya sabemos que ha tenido problemas con los rockers por dedicar una canción a Sid Vicious y que suele pasarse de vez en cuando por Rockola.
Dejamos las Parkas en los asientos, cuando nos llegan sonidos de saxo que reconocemos de inmediato, que entran como un rayo en nuestros corazones púrpura. Directos a la pista nos encaminamos los jovenes rebeldes del soul.
Geno, Dexy´s Midnight Runners


28 agosto 2008

Flashback: HARD MODS


Los chicos no están bien, no. Los chicos están hartos. Estamos en Londres, 1967, el Swinging London hace furor y por Carnaby Street, King´s Road y el Soho pasean todos los que quieren estar a la última, formar parte de ese universo tal cool. Pero los chicos de los suburbios, los chavales de Brixton, Redbridge, Hounslow o Croydon, los mods de la working class no pertenecen a ese mundo. La economía va bien, el pais avanza, pero ellos aspiran a los mismos trabajos sin futuro de siempre, a terminar como sus padres emborrachándose de 7 a 11 de la tarde en el pub de la esquina. Nunca les dejarán entrar en los selectos clubs de la clasista sociedad británica, no pisarán las playas de la costa azul, no vivirán un viaje astral de paz y amor en California. ¿Es que no ha sido siempre así, acaso no son mods?

Los chicos de los arrabales de Manchester, de Liverpool, de Leeds, de tantas otras ciudades no quieren competir por quien lleva los zapatos italianos más caros, quien tiene el mejor sastre, no entienden esa nueva psicodelia que no para de ganar adeptos. Los mods del Outer London empiezan a llevar el pelo más corto, se acabó el backcombing, se enfundan la harrington, siguen con las desert boots y las loafers pero no más zapatos de mohair ni botines. Continúa sonando el soul y el R&B, pero se fijan en la música de sus nuevos vecinos, tipos duros curtidos en los ghettos de Kingston (Jamaica) y el ska y el rocksteady pasan a formar parte de su vida.

El Swinging London les queda lejos, pero las calles de su barrio por las que de día y de noche ven pasar las vidas frustradas de sus padres, son suyas. ¿Hard mods? No, ellos dicen que son los mods.

Cuando entran en los billares a jugar su partida de snooker suena Byron Lee.




Con el tiempo, algunos se dejarían la cabeza al cero, se calzarían las botas del trabajo, avispados demagogos se aprovecharían de su rencor y la violencia se iría de las manos.

22 agosto 2008

Flashback: los ELEGANTES

Son las 12 de la mañana del domingo. Mientras las personas respetables acuden a misa para cumplir sus obligaciones como buenos católicos en este país tan creyente y piadoso, más de 100 mods nos apretujamos para asistir a un concierto de los elegantes en una sala (ya desaparecida) de la calle Atocha. Es uno de los conciertos programados por el Gran Musical, cuyos responsables, tan entendidos ellos, hacen que salga de telonero Georgie Dan. Afortunadamente para él, las tías que le acompañan en el escenario están lo suficientemente buenas y marconas para que la audiencia se conforme con los insultos y las risas. Pero Georgie es un profesional, en ningún momento la sonrisa desaparece de su cara y acabada su actuación, el que desaparece es él para dejar paso a los elegantes. Ahora el que tiembla es el piso de la sala con los botes de todos nosotros, coreando las canciones, todos nos las sabemos. Es nuestro grupo y ellos saben lo que queremos. Luego se les olvidaría.

Termina el concierto, ha sido corto pero intenso, como cada vez que vamos a verlos, como cada vez que hay un concierto mod. Salimos a la calle y en la acera de enfrente los vemos. Hay como 10 o 15 rockers con el cinturón en la mano y las grandes hebillas brillando al sol de este domingo. Ya les conocemos. Nosotros somos 100 pero tan acostumbrados están a perseguir a chavales de 16, 17 y 18 años, que ellos, ya metidos en la veintena, con su tupé cargado de brillantina, las chupas de cuero/vaqueras, malos imitadores de Marlon Brando en Salvajes, el terror de los propios rockers a los que también sacaban lo que podían, se confían.

Los miramos, dudamos (¿corremos calle arriba o calle abajo?) y sucede algo con lo que no han contado. No han contado con que salimos de ver a nuestro grupo, que estamos eufóricos, que todavía suena en nuestras cabezas “este es mi tiempo, este es el momento”. Sale del grupo un mod con una gabardina negra (casi todos llevamos gabardinas, las parkas llegarían después) se dirige a ellos. Le siguen algunos mods más. Miro a mis amigos.” ¿Vamos?” “Vamos”. Y fuimos.

Han pasado algunos meses. Tocan los elegantes en la Universal, en la plaza de (Roma/Manuel Becerra). Apoteosis en los bises, como siempre. Mientras tocan “todo el mundo necesita...” y “toma anfetas” el escenario se llena de mods, siguen siendo (todavía) de los nuestros. Finaliza el éxtasis y salimos a la calle. Esta vez no hay nadie esperando. Mejor así.





19 agosto 2008

Flashback: los WHO

Cuando uno tiene 16 o 17 años suele estar en el intento de crear su propia personalidad. Uno es inseguro, desconoce mucho de la vida y va buscando, cogiendo de aquí y de allá, haciéndose un sitio. En aquellos tiempos ya había encontrado a los beatles, que realmente eran los que más me gustaban, aunque también escuchaba, como casi toda la gente con la que paraba, a led zeppelin, deep purple, los rolling. De lo actual en esos años poco que rascar, el punk y la nueva ola arrasaban en Inglaterra pero aquí, de momento, poco nos enterábamos. ...No eran la panacea y las pintas de la mayoría de los grupos eran bastante espantosas, pero por lo menos eran algo más animados que los ladrillos que ponía mi hermana: king crimson, zappa, captain beefheart,... buff!!!.

Y entonces llegó uno de los colegas con un disco en el que aparecían cuatro tíos tumbados envueltos en una bandera inglesa. “¿Esos quienes son?”. “Los jú. Toma, grábatelo y me cuentas”. Y así que me fui a casa con el disco bajo el brazo. Esa misma noche lo puse, con los cascos bien colocados y el volumen a considerable potencia, tal y como hay que escuchar la música. Total, ¿acaso no estaba ya acostumbrado a deep purple?

La aguja se apoyó en el vinilo y sonaron los primeros acordes del my generación:. “people try to put us down..” La hostia. Me volví a poner la canción antes de seguir con el resto de temas del álbum. La rehostia. Ni grabación en cassette ni leches, hay que hacerse con el original.

A los pocos días volví a ver al amigo que me dejó el disco. Me dijo que eran mods y que estaban poniendo en el cine un documental con los temas que salían en el disco. Por supuesto allí fuimos y el impacto de los who fue todavía mayor. Las imágenes de los primeros conciertos eran grandiosas. Esa contundencia a la hora de tocar, Keith Moon aporreando la batería como si le fuera la vida en ello (quizás le iba), Pete haciendo el molinillo, distorsión increíble, un bajo como no había escuchado antes, una estética perfecta, actitud arrogante, para acabar con la destrucción de los instrumentos. Imagino ahora lo que sentirían los espectadores de alguno de sus conciertos en los 60.

“¿Y dices que son mods?” Esta frase me dio vueltas en la cabeza durante unos días.


Como dijo Noel Gallagher (Oasis) "sí el solo de bajo de my generation fueran palabras, sería lo que querría que escribieran en mi lápida" Amén